Hoy se conmemora un nuevo Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+, cuya fecha tiene su origen en los disturbios de Stonewall, Nueva York, ocurridos en 1969, que marcaron el inicio de un movimiento de personas a los márgenes de la heteronorma que se resistió a la violencia y los abusos sufridos históricamente. En esta fecha se busca realzar los reclamos de la comunidad, poner en relieve la importancia de visibilizar las diversas identidades y orientaciones dentro del colectivo y reclamar derechos, además de revisar los ya alcanzados.

Les hicimos algunas preguntas a referentes de la comunidad LGBTIQ+ argentina para acercarnos a la situación actual del colectivo: Franco Torchia, periodista y licenciado en Letras; Agus Cabaleiro, licenciada en Publicidad, activista body positive, modelo y fotógrafa; y Oliver Nash, periodista y comunicador audiovisual.

¿Cuál es la situación actual en materia de derechos para la población LGBTIQ+?

Franco Torchia:

En materia exclusiva de derechos, la Argentina asoma como un Estado activo. Aún cuando atraviesa períodos de inacción legislativa en este terreno, el país parece ser consciente de sus omisiones, demoras o asignaturas pendientes. Como la pregunta refiere específicamente a derechos, cabe señalar también que hasta el momento, las leyes vigentes fueron sobre todo promovidas por los activismos LGBTTIQ+ y determinadas voluntades políticas. Por lo demás, siempre es menester señalar que la situación general de la población LGBTTIQ+ no depende solamente de normas. 

Oliver Nash:

A nivel mundial falta mucho en materia de derechos pero en Argentina la situación es muy buena. Ya tenemos Ley de Matrimonio Igualitario, Ley de Identidad de Género y estos últimos días la Ley de Cupo Laboral Trans que amplía más derechos. Somos uno de los países más avanzados en el mundo en cuanto a derechos humanos.

¿Cuál es el mayor reclamo de la población LGBTIQ+ actualmente en Argentina? ¿Y en Latinoamérica?

Franco Torchia:

La situación de la Argentina no es en absoluto semejante a la de los países de la región y tampoco a la de varios países del continente. En nuestro país, es indudable que –grosso modo- las diversas expulsiones que atraviesa la población LGBTTIQ+ en numerosas instancias de su vida, no cesan. En tanto y en cuanto el funcionamiento del Estado sea otorgar derechos que previamente fueron secuestrados -devolver aquello que primero fue quitado- las exclusiones están en la base misma del funcionamiento de la sociedad. En la imaginación general, heterosexualidad y cisgénero son centrales, productoras de una “normalidad” esperable frente a la que cualquier “desvío” sigue siendo una “traición”. Podría decir que una ley que condene eficazmente las violencias sería hoy el objetivo primordial, ¿pero esa ley por ejemplo lograría ingresar a las familias? Claro que no, porque en este diseño social, la familia es una institución del Estado, pero privada. No obstante, allí se desencadenan las más crueles e impunes experiencias de las personas LGBTIIQ+. Dejar de promover idílicamente la familia como summa existencial es de necesidad urgente. A su vez, es fundamental leer en intersección: si bien hay constantes en la producción de violencias, la Argentina es un país extremadamente heterogéneo. La clase social, el enclave geográfico, la historia personal, las características familiares, el color de la piel, la situación económica, la trayectoria educativa (si la hubo) y un sinnúmero de fuerzas incidentes imponen un análisis siempre situado, siempre específico. El país conserva (y por momentos multiplica) nudos capaces de construir nuevas moralidades: los cultos neopentecostales y la iglesia católica subvencionada son un ejemplo en este sentido. El panorama no es lineal. 

Los países de la región no atraviesan una mejor situación, con el agravante de contar con estructuras estatales aún más desprendidas: acaso el caso de Paraguay sea en este orden el más extremo. Brasil, ya antes de Bolsonaro, venía reportando un muerto LGBTTIQ+ por día; Chile recién hoy discute la posibilidad de legislar matrimonio igualitario (es decir, universal) y Perú, cuna de los movimientos religiosos anti-educación sexual, vive una situación dramática, semejante a la de Centroamérica y el Caribe, una región cargada de crímenes e imposibilidad. 

Oliver Nash:

El mayor reclamo en Argentina va por el tema de la discriminación y los ataques de odio, hay que erradicar eso y por eso es importante que se incorporé en los programas de Educación Sexual Integral a las personas LGBTIQ+. También el pedido de que se les permita a las personas no binarias tener su documento de identidad con su género. En Latinoamérica van mucho más atrás en cuestión de derechos así que lo que se reclama también es el derecho a la identidad de las personas trans y Matrimonio Igualitario.

¿Qué identidades son las más vulneradas dentro del colectivo LGBTIQ+ y cómo podemos darles más lugar a nivel social?

Franco Torchia:

Indudablemente las identidades no cis (feminidades y masculinidades trans, travestis y personas no binarias). También las personas intersexuales, aún masacradas por el sistema médico. Me concentraría primero en pensar cómo correr de las escenas centrales a las personas cis. Cómo disputarles el monopolio del cuerpo y la palabra. En cualquier caso, evitar todo maquillaje, tan frecuente y tan creciente. Ningún cambio real es escenográfico, publicitario o sólo televisivo. Empezar por lo que no. 

Agus Cabaleiro:

Creo que una de las identidades más vulneradas dentro del colectivo por más que cada segmento tiene sus problemas y sus propios desafíos a superar es obviamente el colectivo de personas transgénero y transexuales que tiene una expectativa de vida muy menor a la de las personas cis, ya sea que pertenezcan al colectivo LGBT o no.

Obviamente darles más lugar a partir del cupo laboral trans que un logro increíble y bastante reciente. Yo creo mucho en la representación y esto debería decirlo una persona trans pero yo como persona cis creo que hay muy poca representación de ese colectivo.

Oliver Nash:

Las identidades más vulneradas somos en general las personas trans. Y dar lugar es dejar de excluirnos y empezar a contratarnos.

¿Cómo podemos combatir como sociedad el odio hacia las identidades diversas?

Franco Torchia:

El aparato educativo es capital. La observación crítica del curso de nuestros propios días, también. Creo en la abolición del género y -para ejemplificar con una noticia- al igual que la Anses y el nuevo CUIL no binario, se trata de desmantelar esa ingeniería ilusoria según la cual hay identidades fijas y orientaciones determinadas. La inestabilidad como principio activo. No saber. Enumerar todo lo que no somos antes de insistir con lo que sí. 

Agus Cabaleiro:

Creo que necesitamos un cambio desde arriba hacia abajo. Necesitamos políticas de estado que incluyan a la diversidad, necesitamos más cupos laborales para las distintas partes del colectivo. Y eso después se va a ver reflejado para abajo, con el día a día de las personas y lo que piensan. Esos cambios son de arriba para abajo, siempre empezando por políticas públicas y no como individuos.

Oliver Nash:

Hay muchas cosas por hacer pero se puede empezar por dejar de quedarse callados cuando ven que alguien discrimina y con educación.

¿Qué caminos podemos tomar socialmente para ser inclusivos con la diversidad? 

Franco Torchia:

Creo haber expuesto ya esto mismo, disperso en otras respuestas. Sumo esto: la noción misma de sociedad es segregacionista, desigual, blanca y jerarquizante. Incluir es mucho menos importante que dejar de excluir, o bajarle la temperatura a la meta inclusiva. Ocurre con la actual discusión de la inclusión laboral travesti – trans. De acuerdo, trabajo, pero ¿cómo? ¿En qué condiciones? ¿Con qué regímenes? Cuando se trata de sectores históricamente aniquilados -al igual que con el resto pero todavía mucho más en virtud de esa aniquilación de la que son objeto- también se trata de pensar en su ocio, su descanso, sus afectos, la recuperación de algo de sí. El efecto igualador, como rayo instantáneo, no existe. No se logra igualar aquello que primero se exterminó. 

Agus Cabaleiro:

Creo que la representación es clave. Poder ver personas de todos los género y todas las orientaciones en las películas, las series, las publicidades.

¿Qué pueden hacer las marcas desde sus lugares sin caer en el pinkwashing?

Franco Torchia:

En primer lugar, otorgar trabajo. Y de vuelta, con las mismas o incluso con mejores condiciones (merced a lo ya expuesto) que para el resto. Aplicar capacitaciones sistemáticas y contribuir con la terminalidad educativa de las personas LGBTTIQ+ en casos en los que sea necesario. Intervenir la imagen corporativa. Establecer sanciones concretas (como descuentos salariales y suspensiones) ante casos de discriminación, acoso, abuso y explotación. Elaborar programas específicos de formación para eventuales empleados. Y sobre todo, dinamitar expectativas de “normalidad”. Por ejemplo, códigos de vestimenta binarios. 

Agus Cabaleiro:

Lo que importa es la intención y se nota mucho cuando una marca tiene una intención para quedar bien o tiene una buena intención.

Oliver Nash:

Las marcas para no caer en el pinkwashing deberían primero pagarle a las personas LGBTIQ+ por su participación en las campañas, sino parece que simplemente nos usan para quedar bien solo en esa fecha y después no les interesamos. Además de no discriminarnos el punto es contratarnos, cuando nos contratan nos incluyen.

¿De qué deberíamos estar orgullosxs hoy? ¿Qué lugar tiene hoy ese concepto?

Franco Torchia:

Orgullo es parecerse cada vez a más a uno mismo.

Poder parecerse y también dejar de parecerse para empezar a ser otro.

Agus Cabaleiro:

De quienes somos y de todo lo que logramos. Y de todo lo que vamos a lograr. Y de la fuerza que estamos teniendo y del cambio increíble que vimos en los últimos años. 

El concepto de orgullo hoy tiene que ver con el orgullo de ser quienes somos sin ningún tipo de vergüenza y tomando todas las libertades que nos negaron siempre.

Oliver Nash:

Orgullosos de ser quienes somos a pesar de todo lo que nos hacen vivir en esta sociedad, orgullo de sobrevivir, es el punto principal.


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